Hola, me llamo Morito. Bettú decidió darme este nombre porque mi papi se llamaba Moro, y soy casi una replica de él. Mi mami era Jessi, una bella felina negra azabache. Ambos se conocieron en el jardín de Bettú, y después de ocho semanas,  mi mami dio a luz a una bella camada de seis traviesos y hambrientos gatitos.

En los matorrales del jardín de Bettú trancurrieron los más bellos momentos de mi vida, al lado de mi mami y mis cinco hermanitos.Todo era un verdadero paraíso, el clima (porque nacimos en el verano); la sabrosa leche de mi madre, el amor cuidado y protección que nos brindaba, todo esto era suficiente para sentirnos los micifuses más dichosos del universo.

Al cabo de unas semanas, mami dijo que nos iba a llevar a conocer a Bettú porque ya la mordíamos sin querer  al amamantar. Además, su deliciosa leche ya no nos llenaba la pancita. Así que todos en fila de soldaditos nos llevó a la terraza de Bettú. Mis hermanitos y yo nunca habíamos estado tan cerca de un humano. Usualmente, escuchábamos sus voces a lo lejos en nuestra guarida, pero cuando Bettú, nos ofreció unos manjares deliciosos y con una voz musical, le confíamos ese mismo día hasta nuestra alma.

En la casa de Bettú había muchos de nuestra especie porque según ella, éramos sus preferidos del reino animal; estas palabras me hicieron sentir como el rey de la selva y un felino, muy importante.

Bettú les advirtió a los otros felinos que de hoy en adelante íbamos a formar una bella familia gatuna, ellos nos recibieron con ciseos y gruñidos. No se engaña con facilidad a los de nuestra especie. Con el tiempo, se han acostumbrado a nosotros, aunque cuatro de mis hermanitos fueron adoptados por otros humanos. Yo fui el suertudo de la camada que me quedé con Bettú; gracias a su esposo. Desde chiqulín me hecho el ojo y comentó sobre mi masculinidad y musculatura y dijo: “Morito será mi gatito”, y Bettú por complacerlo, accedió a sus deseos.

Un día mi mami y papi no se aparecieron a vernos por una semana desde la terraza de Bettú. Mis hermanitos y yo queríamos ir a buscarlos, pero Bettú dijo que era muy peligros porque unos vecinos le enviaron un email, déjàndole saber que habían visto  a dos zorras por su jardín.

Las semanas transcurrieron y nunca volvimos a ver a nuestros padres. Bettú nos consuela diciéndonos que se encuentran en el paraíso felino y que ambos son felices porque nos observan desde ahí y que estamos en buenas manos. Le creo a Bettú, aunque los echo de menos.

Debo confesar que disfruto mi nuevo hogar y me encanta jugar con la nieve, aunque sea por unos minutitos, supervisado por Bettú, ya que teme que vuelvan esas zorras come-gatos.

Ahora, Jonhy Mecano, mi medio hermano se impacienta por contarles su historia. Así que los dejo con un miau musical, miau.